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sábado, 26 de marzo de 2011

Con aires de prepotencia (1)


Andaba por la calle a principios de primavera, con un sol que se ocultaba cada veinte segundos, sin demasiada preocupación, volando, como era habitual desde que lo conoció, entre sus recuerdos. Levantó levemente la vista, no mucho, pero lo suficiente como para darse cuenta de algo, de él, de que él estaba allí, enfrente, a unos diez metros, con su pelo alborotado, con su gafas oscuras, y con sus aires de prepotencia, subido en lo que era para él su vida, su moto. Le empezaron a temblar las piernas, y sintió como a pesar de empeñarse notables veces en ocultarlo, se le dibujaba una sonrisa, una sonrisa, que hasta ese momento no tenía razón de ser. Vergüenza, esa sensación la invadió, la dejó sola, contemplando como los metros que le separaban de él se iban reduciendo y justo en el instante en que consiguió controlarse, en el que relajó los brazos y respiró hondo, esa sensación volvió a embriagarla, él la había visto. Intentó de todos los modos posibles mirar hacía abajo, procurar que la tierra la tragara, pero sus intentos fueron vanos, y ella se dio cuenta en el mismo momento en que su tono de voz ronco, causa de aquel tabaco que fumaba constantemente, se dirigía hacía ella, -la llamo, intentando captar su atención, con un sonido similar al que pronuncian nuestros labios cuando pedimos silencio- ella, se invadió por segundos de eso, que llevaba haciéndola sonreír desde semanas. Torció la vista, sin demasiado afán, y por un momento vio a través de las oscuras gafas de éste, como su mirada se clavaba en sus ojos.
         - ¿te vienes? Preguntó él, con sus habituales gestos y palabras de engreído
         - ¿a dónde? Respondió ella, en un intento fallido de ganar unos segundos y disimular aquello que se estaba reflejando en sus ojos.
         - al fin del mundo, prosiguió él
Ella cansada de su actitud de excesiva prepotencia, pese a que era lo que más le podía apetecer en el mundo, se limitó a adquirir su rol, a contestar de la misma manera.

-         yo contigo no iba ni a la vuelta de la esquina – lo dijo convencida, mirando a los ojos, ella misma estaba sorprendida de lo buena actriz que estaba siendo, estaba convencida de que él jamás sospecharía de que aquello era un mera fachada-.
-         Tú y yo sabemos que te vendrías conmigo al fin del mundo –aquello, esa respuesta justificó el que ella misma se empeñara en hacer desaparecer el motivo de que se levantara sonriendo por las mañanas-.
                                                                             

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