Entradas más visitadas

Seguidores

sábado, 19 de mayo de 2012

Algo más que otra cualquiera

Bueno quizá hoy no sea uno de mis mejores días, quizá no esté tan bien como voy jurando a las estrellas, quizá a ratos el pulso que le echo a esa mezcla de recuerdos y añoros me gane un rato, pero sólo un rato. No es fácil, supongo que teñir mi cara con indiferencia durante meses es un trabajo demasiado duro, pero yo siempre he tenido fama de ser esa chica a la que no le puede cualquier cosa, esa que siempre tiene una sonrisa para mostrar al mundo, esa que esconde un par de secretos que sólo conoce su almohada, esa que a veces hace el trabajo de las nubes pero en solitario y sin que nadie se entere, esa que es capaz de levantarse diez centímetros del suelo, mostrar un felicidad inventada y torcer la esquina y empezar a llorar como si le fuera la vida en ello.
Bueno quizá la explicación sea más sencilla de lo que todos e incluida yo misma sospechamos, quizá el truco está en dejar de recordar ese escondite que tenías en mi habitación por si las moscas, o dejar de escuchar es par de canciones que hablan de un nosotros que ni siquiera sé si sigue estando, quizá que añore demasiado los lugares que nos vieron, o que todo a mi alrededor tenga un matiz que haga que te recuerde. Ha pasado demasiado tiempo, y no es que no te haya superado, olvidado o esa sarta de tonterías que dicen que hay que hacer cuando algo se acaba, simplemente es que tú y yo seguimos siendo los mismos o incluso mejores, pero con una diferencia, ahora me atormenta la idea de que un Miércoles cualquiera decidas dar la vuelta a todo y buscar una mirada distinta a la mía para que siga el son de tus pasos. Si te soy sincera me da igual que regales tus besos de vez en cuando a un par de tontas, yo también lo hago, pero nunca, nunca te perdonaré que decidas sustituirme por una cualquiera, porque amor mío aunque lo intentes, siento comunicarte que quizá nunca lo vayas a conseguir, que por desgracia, igual que tú para mí, yo para ti, soy algo más que otra cualquiera. 

jueves, 17 de mayo de 2012

Pedacitos de ti

Qué nos pasa, somos tremendamente incomprensibles, incompatibles y una lista demasiado interminable de adjetivos que comienzan por "in", somos imperfectos, indecisos, ineptos, indoloros, somos tan fuertes, duros, insensibles, o por lo menos nos lo hacemos, nos lo hacemos porque nos negamos a reconocer que tú y yo estamos hechos de pedacitos, de pedacitos de nuestras noches en los portales, de las confesiones con olor a café, de esa confianza que desborda nuestras pupilas, de dolor causado por el otro porque sabemos identificar cada uno de los puntos estratégicos que tiene el otro al descubierto, de consejos, de problemas del sexo opuesto, de ratitos sobre el mismo colchón, de Jueves por la tarde, de Unos de Diciembre, de no te quieros, y de ojalas te quisiera. Estamos hechos de tardes raras que nosotros, que tú y yo sabíamos convertir en especiales, de un invierno y de seis hojas del calendario, de ciento treinta y siete días y unos cuantos de regalo, de conocer a la perfección cada recoveco de la voz del otro, cada secreto que esconde la mirada verde, cada suspiro que nos regalábamos, cada palabra bonita que se escapaba de muy de vez en cuando mientras nos mordíamos la lengua. Estamos hechso de odio, de superar hecatombes, de volar con los pies en el suelo, y de usar la mano del otro para caminar por los problemas. Yo estoy hecha de las veces que me subías al tejado y me dejabas ver que el mundo era pequeño a mis pies. Estoy hecha de ese par de secretos que me guarda mi cama. Estoy hecha de una historia inmortal a tiempo parcial. Es que yo, como dice esa canción, estoy hecha de ti, de pedacitos de ti. 

martes, 15 de mayo de 2012

Hasta que al final lo pierde

Bueno supongo que así es cómo tienen que acabar las cosas, con un camino bifurcado, con sonrisas que esconden una lluvia capaz de desbordar el Ebro, con miradas que no se molestan en ocultar que no es verdad que ya no me vales nada. No voy a decir que sea difícil olvidarte, siendo sinceros creo que jamás lo he intentado y mucho menos conseguido. Tampoco voy a decir, que me arrancaste un pedacito de mi corazón, porque me encargué de recubrirlo con mil capas de anestesia para que eso no pasará, y así ocurre, que ahora es más piedra que otra cosa. No te miento si te digo o si te dicen, que cada vez que apago la luz de la mesita a horas impestuosas de la mañana se agolpan los recuerdos, los recuerdos de esos días en que mi cama era tuya, y no sé ni cómo me siento. Lo curioso es que soy culpable, culpable porque me niego, me niego a aceptar que yo soy la víctima de esta historia congelada al haberle dado al pause. Algo me dice que mi suerte está echada, que aunque no lo parezca el tiempo corre demasiado rápido y que ese momento que me llevaba atormentándome meses, está plantándome cara. Yo no puedo hacer nada, sólo sonreír, mostrar indiferencia, y esforzarme en que no me olvides, que a fin de cuentas, tampoco es tan complicado. Daría un puñado de mi tiempo, porque la vida tuviera un replay, y poder valorar un poquito más aquello que tienes delante, y que poco crees que te importa dejar escapar, seremos ingenuos, al final va a llevar razón el maldito refrán, ese que dice que nadie sabe lo que tiene hasta que al final, lo pierde.

Con nadie a quien a querer.

Llevo demasiado sin escribir, quizá sea la falta de tiempo, o la acumulación masiva de pensamiento que golpea mi cabeza, pero tengo un millón de pedacitos de recuerdos escritos por ahí repartido, aquí os dejo uno de ellos:

Ya no hay más, o queda más, no lo sé, todo es tan sumamente confuso, es como ese cielo de las noche del verano de Mayo, estrelladas y silenciosas. No entiendo aún por qué si tenemos tanto que decirnos, que gritarnos, que matarnos, que reprocharnos y que besarnos, nos callamos o ahogamos los gritos en un par de tequilas con sal y limón, y en media docena de suspiros repartidos por el calendario. No nos entenderé mientra viva, dicen que lo fácil aburre, pero tú y yo tenemos la historia, no más difícil, sino más compleja del mundo. Quizá porque nosotros nos hayamos empeñado en que sea así, en que al torcer la esquina nos aburra la idea de pensar que el otro estará esperando en la acera de enfrente, dando pasos de ciego, y buscando encallar la mirada en otra mirada buscona. Quizá sea eso, quizá que ya habíamos arrancado seis hojas del calendario y eso era demasiado, que ya teníamos unos cuantos baúles repletos de recuerdos, o que nos sabíamos el sonido de nuestras risas a la perfección, que nos conocíamos tanto, tanto, que ya no nos quedaba nada más por conocer. Pero sabes qué, que solo tú y yo tenemos la respuesta, que los demás nos pueden mirar con los ojos abiertos y con cara de no os entendéis ni vosotros, pero sí, tú y yo sabemos qué pasa, qué nos pasó y qué nos pasará, no sabemos, no queremos, o simplemente no podemos tener una plaza fija en la vida del otro, nosotros somos de oscilar, de vivir en la incertidumbre y de adorar lo que nadie te regala, pero tú y yo en el fondo nos morimos de ganas de volver a ser uno, de recorrer cada poro de la piel del otro y detenernos en esos lunares que conocemos a la perfección, de sentirnos a menos de un palmo, y de robarle al tiempo unos minutos y perdernos en él, para que una vez que ese rato caduque, y que las agujas sigan su curso, tú y yo seamos los de siempre, dos idiotas con poco que perder y con nadie a quien a querer.