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domingo, 25 de diciembre de 2011

con principio borroso y final difuminado

Y quizá algún día todo cambie, no digo que no, quizá llegado un momento todo lo que pienso, o siento se desintegre, desaparezca, o  quizá ocurra todo lo contrario y se intensifique notablemente. Cuando llega, supongo que no tienes elección, las cartas están sobre la mesa, y la suerte está echada, y ahí quizá muchos sospechen que en realidad no es así, que sí que tienes elección, y quizá estén lo cierto, pero a veces, basta una milésima de segundo para desordenar todo de nuevo, y para introducirse en una historia con principio borroso y con final difuminado, una historia con argumento confuso, y hechos inesperados, una historia a mi estilo, de esas que quitan el sueño y que te mantienen intrigada hasta el último capítulo cuando sabes con certeza que te espera un final inesperado. Me gusta éso, lo inesperado, me gusta no tener ni idea de cuándo, cómo, dónde y por qué se cerrara este episodio de mi vida, éste tan sumamente inolvidable, éste que esconde algo y que ha cambiado tanto a lo largo de unos cien días, este que guarda secretos de recuerdos y recuerdos secretos. Hubo un tiempo que mi vida era en blanco y negro, como esas películas antiguas, pausada, monótona, y con un matiz de tristeza, pero me niego, me niego a volver a las andadas, me gustan los colores, los cambios, y combinar lo incombinable. Así que, te felicito, has conseguido dar un toque de color a mi vida, cuando absolutamente todo estaba en blanco y negro.

jueves, 22 de diciembre de 2011

¿Juegas?

Juguemos a un juego, a un juego de niños pequeños, a uno en el que ni siquiera sepamos cuáles son las reglas, quién es el contrincante o qué hacer para ganar. Inventemos uno, un juego en el que las normas se impongan sobre la marcha, en el que las trampas se pasen por alto pero en el que no sean necesario hacerlas, juguemos, juguemos a jugar, juguemos a ganar o a perder pero juguemos, juguemos a que nos de igual lo que digan los demás, a tener ganas el uno del otro y a romper el silencio con besos, juguemos a dibujar sonrisas, a volver a casa embriagados y oliendo al otro, juguemos a un juego libre de agobios, de ataduras, o de imposiciones, a un juego al que nos apetezca jugar, en el que construyamos muy poco a poco las reglas. Juguemos a un juego, juguemos a ser felices.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Jugar a imaginar que la alcanzas con la yema de los dedos

Porque de pronto, zas, la felicidad aparece como si de un chasquido de dedos se tratase y te recuerda que existe, que está ahí, y que de vez en cuando puedes jugar a imaginar que la alcanzas con la yema de los dedos. Porque de pronto todas las malas sensaciones se evaporan, los recuerdos crecen a la par que los sentimientos y empiezas a sentir los primeros miedos, miedo a que pase lo de siempre, empiezan a aparecer las primeras cosas que no alcanzas a entender, no, no puedo entender por qué a veces te odio y otras en cambio te comería, no puedo entender que te pasees por mi mente a tus anchas y estalles una batalla campal en medio, no entiendo porque a veces eres mi mundo y otras en cambio te quiero fuera de él, no entiendo porque ahora adoro los Jueves, o porque esos sitios me van a recordar a ti, no sé por qué me gusta que dibujes una sonrisa a tus anchas, aunque veces difuminen mis lágrimas, no sé por qué, ahora es distinto a antes, más fuerte, más sentado, no sé por qué, por qué todo este puñado sentimientos se agolpan y me motivan a seguir para delante, no sé por qué cuando me miras así se me congela algo y se me olvida qué días es, y no sé por qué no puedo tenerte a veinte centímetros sin saber a que saben tus besos, no sé por qué me encojo en la cama cuando huelo a ti, no sé por qué me encantas, por qué ahora, por qué.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Restos en la pigmentación de mi piel

Y aún quedan restos de aquel verano, restos en la pigmentación de mi piel. Por más que me esfuerce en olvidar cada pedacito de recuerdo que me dejó ese Agosto travieso, está tatuado en cada milímetro de mi cuerpo. Puedo olvidarlo, o al menos taparlo, puedo ocultarlo o hacer como que no lo veo, pero basta con mirarme al espejo un segundo, y ahí está, esa marca, esa marca del bikini, que me recuerda las horas al sol a tu lado, esas canciones, las risas, la felicidad, y ese calor asfixiante, los recuerdos pasados por agua, las fiestas, las sonrisas y los besos a medias. Podemos olvidar, o intentarlo al menos, pero los recuerdos se quedan a flor de piel, se traducen en manchas, lunares y marcas superficiales pero que en el fondo sabes que están demasiado hondo. Puedo esforzarme en olvidar y en dejar atrás, pero seamos realistas, tanto esas marcas como esos puñados de recuerdos están tatuados a fuego, bien en mi piel o en un cajón de mi memoria.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Porque éso, éso es lo que es de verdad

Porque no creo en el amor, porque ya no creo en nada, solo en fantasías disfrazadas, sólo creo en mentiras a tiempo y verdades a destiempo, en secretos inconfesables confesados a medias, en risas que ocultan el mal humor, en falsedad, y en un poco de soledad. Sólo creo en el miedo, en el miedo a seguir, a dar un paso en falso, hacia delante o a que tú lo des hacia atrás. Porque sólo creo en tus dedos dibujando en tango en mi piel si estamos el uno al otro sobre un colchón, porque sólo creo en los besos que nadie ve, en aquellos escondidos en rincones recónditos de esta maldita ciudad. Porque ya sólo creo en las palabras que se dicen en una mirada, en aquellas que se leen entre besos y en esa mirada tuya que mata, que tortura lenta y dolorosamente, porque ya solo creo en tus ojos verdes clavados en mi retina, en tu sonrisa traviesa, y en tus besos locos, en ese olor al que huele mi cama y en tus idas y tus venidas. Ya sólo creo en tu bipolaridad, cuando en dos horas cambia todo lo que se pasea por tu mente. Porque ha llegado un  momento en que sólo  creo en aquello que no ven los demás, porque eso, éso es lo que es de verdad.